Arte, nfts y metaverso: ¿revolución, especulación o un poco de todo?
El confinamiento surgido tras la pandemia hizo que José Manuel García, pintor, artista y creador multimedia, como se define él mismo, se quedara sin gran cosa que hacer allá por 2020. No podía exponer sus obras, venderlas, hablar con galeristas ni nada que implicara salir de su casa o, como mucho, de su taller.
Fue precisamente en esa soledad donde decidió que sus pinturas tenían que ir más allá del lienzo.
Estamos hablando de atmósferas y sinfonías cromáticas creadas únicamente a través de sus manos, como lo hacían los hombres primitivos; de espacios de meditación conectados con el universo y las estrellas donde el espectador puede sentir emociones y reflexionar sobre quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Pues bien, a estas obras les metió música de fondo y dotó de movimiento con la ayuda de unas gafas de realidad virtual. Imaginen un viaje psicodélico y delirante a lo Hunter J. Thompson en ‘Miedo y asco en Las Vegas’ y se quedarán cortos. Hoy José Manuel García es más conocido como Elohim y su exposición ‘Metaverso cósmico’ es ya historia del criptoarte en España.
Si Elohim es un entusiasta del arte digital, Anna Carreras lo es incluso con más motivos. En 2021, esta ingeniera ganó cerca de 7 millones de euros con su obra Trossets, de la que vendió más de 1.000 unidades en forma de NFTs (‘non fungible tokens’); es decir, quien compró su obra no solo se hizo con una copia de la imagen digital, sino también con un certificado de autenticidad y pertenencia.
Elohim y Anna Carrasco están en un lado de la balanza. Al otro, sin embargo, se encuentran otros artistas como Liam Sharp o Mason Rothschild. El primero, dibujante de cómics que vendía sus obras en el portal DeviantArt por poco más de 50 dólares, decidió retirarlas cuando descubrió que había gente que se las robaba y creaba NFTs que ponía a la venta por 120 dólares. El caso de Mason Rothschild fue incluso más rocambolesco: creó una colección de NFTs basados en sus bolsos Birkins, vendió varias de sus obras por 800.000 dólares y, poco después, se enteró de que había gente falsificando su colección y vendiéndola por 35.000 dólares.
Dos mundos opuestos y –quizá– enfrentados, pero con algo en común: la inclinación del mundo del arte a crear obras digitales y venderlas de forma descentralizada, en formatos como el NFT e incluso en entornos como el metaverso. Los entusiastas de estas nuevas formas de arte dicen que es una revolución; sus críticos, que es una mera especulación y que a veces hasta roza la estafa.
Fuera mitos: al mundo del arte le encanta la tecnología
Los prejuicios podrían llevarnos a pensar que el arte tradicional y el digital están enfrentados, pero en absoluto es así. Según el informe The Art Market 2022, hace tiempo que las galerías físicas dejaron de ser el principal centro de búsqueda de los grandes coleccionistas de arte: su ecosistema mayoritario es internet, elegido por el 44%. De hecho, hasta Instagram se ha hecho su particular hueco: el 31% de coleccionistas recurre a esta red social para buscar obras.
¿Dónde buscan arte los coleccionistas?
¿Por qué prefieren internet? Parece ser que el motivo no es la mera comodidad, sino la confianza. Según una encuesta realizada por Deloitte, la mayoría de estos compradores asegura que la introducción de la tecnología en el mundo del arte ayuda, y mucho, a mejorar la transparencia, la trazabilidad o la confianza en sus compras. Y es que, como apunta a El Confidencial Nuria Lloret, ‘senior advisor’ de Metric Salad, «el arte siempre ha sido y será una expresión de su tiempo. La tecnología solo es una herramienta más para el artista, el medio para expresar algo profundo que quiere comunicar a la sociedad».
Pero la tecnología en el arte va mucho más allá de internet. Hoy ya se trata del decimocuarto sector que más ha invertido en el metaverso, según Sortlist, siendo la pintura, la fotografía o la escultura las artes favoritas de sus entusiastas.
Aunque lo cierto es que actualmente se puede adquirir prácticamente de todo. Si en el mundo físico puedes comprar o vender desde cuadros, fotografías, ilustraciones o esculturas; en el metaverso puedes hacer exactamente lo mismo, pero en formato digital. La clave del éxito de estas transacciones está en los NFTs, que se han convertido en los aliados perfectos para que el formato digital no desvirtúe el ‘glamour’ y la autenticidad de las obras de arte. Y es que los ‘tokens’ no fungibles, al estar respaldados por la trazabilidad del ‘blockchain’, aportan ese halo de exclusividad. Es decir, si antes era un experto el que aseguraba la autenticidad y pertenencia de un cuadro, ahora lo hace la red ‘blockchain’.
Si nos fijamos en las cifras, podremos apreciar que en apenas tres años el arte ha pasado de ser algo casi inexistente en la compra de NTFs a convertirse en la tercera categoría más demandada. De esta forma tenemos varios ejemplos de ‘pelotazos’ artísticos como el de Mike ‘Beeple’ Winkelmann, que se llevó por su obra ‘Everydays: The First 5000 Days’ nada menos que 69,3 millones de dólares. Pero más allá del dinero, lo cierto es que Beeple ha conseguido abrir un nuevo horizonte artístico y estético dentro de los NFTs. Sus obras incluyen reminiscencias del arte pop que nos deslumbró a todos en la segunda mitad del siglo XX, pero los referentes, claro, han cambiado. En una de las más icónicas, el artista expone un universo nuevo en el que caben un Michael Jackson embarazado, Donald Trump como muchos realmente se lo imaginan, Mickey Mouse con pinta de todo menos de agradable e incluso un Buzz Lightyear, ahora más de moda que nunca por el beso lésbico de su película. El ‘showman’ Jimmy Fallon también ha sido protagonista de sus obras, la mayoría de las cuales recogen un mundo onírico, luminoso y colorido, pero que también plantea demasiadas preguntas y nos sitúa ante iconos pop claramente desdibujados.
Winkelmann es uno de los nombres más conocidos de esta nueva corriente artística, aunque no es la única. Matt Hall y John Watkinson, que juntos forman la dupla artística Larva Labs, han conseguido darle al píxel una nueva vida. En un mundo en que la tecnología nos permite hacer retratos con el mayor detalle posible, estos dos artistas acuden a recursos nostálgicos, en este caso el píxel, para crear Cryptopunks, un conjunto de pinturas sencillas e icónicas. Y el público, desde luego, ha respondido: esta colección fue vendida por 11,8 millones de dólares. Otro ejemplo es el de Michah Dowbak, también conocido como Mad Dog Jones. Su caso es especial, ya que no se conforma con las imágenes estáticas: Jones añade movimiento a sus cuadros, sin llegar a convertirlos del todo en vídeos, y les añade música. Los tres ingredientes conforman obras de aire futurista en la que los colores se unen, sin embargo, para configurar escenarios sombríos. Y no le está yendo precisamente mal: su obra Replicator se vendió por 4,1 millones de dólares.
¿Especulación? Esto es lo que dicen las cifras
El pasado 22 de mayo, el ‘youtuber’ español Willyrex, que en los últimos tiempos había defendido con vehemencia los NFTs e incluso había lanzado los suyos propios, sufrió la mofa de internet al perder toda su inversión en estas obras de arte. Dichas mofas no se debieron únicamente a la mala baba de los internautas, sino a la agresividad con la que Willyrex atacaba a todo aquel que se atrevía a sembrar dudas sobre la viabilidad de este mercado.
Y es que, aceptado el matrimonio entre arte y tecnología, una de las acusaciones vertidas hacia el metaverso y especialmente los NFTs es su posible carácter especulativo. ¿Son ciertas esas acusaciones? Veamos qué dicen los datos. Para empezar, las cifras de The Art Market reflejan un crecimiento exacerbado de los NFTs en los dos últimos años.
El negocio de los NFTs de arte (2019-2021)
(Cifras en millones de dólares)
Un crecimiento tan fuerte es un claro indicador de lo incipiente de un mercado, pero no necesariamente de su carácter especulativo. Lo que sí apunta en esa dirección es el hecho de que, en el último año, las ventas secundarias superan en negocio a las primarias. Es decir, que el artista que vende su obra de primera mano gana menos dinero que el que se la compra y poco después la revende.
Los NFTs, más activos en mercados secundarios que en primarios
(Cifras en dólares)
Lo normal es que estos números nos hagan sospechar del carácter especulativo de los NFTs. Es más, parecen demostrar una carrera en la que casi nadie compra NFTs por su mera posesión, sino por el rédito económico que podrá sacarles en la segunda venta. Si nos fijamos en los NFTs que más dinero han generado a través de todas sus ventas, las cifras resultan muy llamativas. Demasiado, quizá: el juego Axie Infinity ha movido 4.605 millones de dólares, por ejemplo, y Bored Ape Yacht Club más de 4.300 millones. Bloomberg clava otro clavo sobre el ataúd de la especulación: su análisis asegura que, en los últimos meses, un tercio de los NFT valen cero euros, y otro tercio vale menos de lo que costó.
La fluctuación de precios no es un tema menor. Nuria Lloret reconoce que «la definición del precio de las obras de arte en este contexto de momento no está totalmente normalizada”, pero “tampoco la del precio del arte en el mundo analógico. Depende de la oferta y de la demanda de cada artista y, en el caso del entorno digital, sucede lo mismo”.
El arte ha sido, es y será siempre un oscuro objeto de deseo de los inversores que se acercan al sol que más calienta. Si el mercado de los NFTs generó cerca de 11.000 millones de dólares en 2021, el arte físico produjo 65.000 millones. Casi seis veces más. Del 33% de las grandes fortunas que invierte en NFTs, el 58% lo hace en arte tradicional. Unos movimientos que acaban afectando a los precios en uno y otro caso. Además, al igual que pasaba con los NFTs, los inversores en arte tradicional también mueven más dinero en las ventas secundarias que en las primarias, según el Art & Finance Report. De eso sabe mucho la persona que pagó 1,3 millones de dólares en una subasta por la pintura ‘Niña con un globo’ de Banksy. Lo que ella no sabía es que el artista había programado que, una vez vendida, su obra se autotriturase… Y lo que él no sabía es que, una vez destruida, su pintura multiplicaría exponencialmente su valor y acabaría revendida por 25,4 millones de euros.
Como vemos, las diferencias entre invertir en arte tradicional y hacerlo en NFTs se van estrechando…, y todavía pueden hacerlo más. Los grandes defensores de la inversión en NFTs siempre han argumentado que, mientras el arte tradicional conlleva unos costes inasumibles solo al alcance de los más ricos, los NFTs democratizan esta inversión y la ponen al alcance de cualquier ciudadano.
La primera parte de la premisa es cierta: el arte tradicional, salvo raras excepciones, es cosa de multimillonarios. En 2019, la Agencia Tributaria hizo público que el 41,82% de los bienes de lujo de las grandes fortunas españolas eran obras de arte. Pero, ¿es verdad que los NFTs han democratizado la inversión en arte? Lo cierto es que no. Un estudio publicado en Nature evidencia que, en los últimos cuatro años, el 10% de los inversores en NFTs han operado con el 97% de los activos disponibles y han acumulado el 85% de las operaciones. El arte, de nuevo, concentrado en poquísimas manos.
Como hemos visto, la batalla a la que hacíamos alusión al principio no está resuelta del todo. Parece evidente que los NFTs y los nuevos escenarios como el metaverso han venido a dar un buen empujón al mundo del arte, pero no parece discutible que este mercado está envuelto en una volatilidad y una especulación que dan la razón a los escépticos. En cualquier caso, la trastienda dibuja un panorama en el que el arte tradicional y el digital, salvando las distancias, tienen más puntos en común de los que en un principio parecía. Como telón de fondo, dos preguntas: ¿son los NFTs y el metaverso un mercado ficticio y especulativo? Y en caso de serlo, >¿se diferencian tanto de los vaivenes del arte tradicional?